26/12/10

La Princesa Inca (Cristina Martín). Codex de Poetas

Nace en Barcelona en 1979. Poeta, jardinera, estudia Psicología en la Universidad de Barcelona. Ha participado en Colectivos Poéticos y Haloperidol Poesía. Colaboró semanalmente con Gemma Nierga, en el Programa La Ventana de la Cadena Ser, es miembro de la Asociación Sociocultural Radio Nikosia. “La mujer-precipicio” es su primer libro de poemas.

Tres poemas de su libro: La mujer-precipicio  

El insomnio es blanco

El insomnio es blanco,
blanco como la cocaína,
mentira vendida, paraíso falso.
Blanco como los mármoles caros del cajero
donde duerme el vagabundo.
Blanco como las camisas de los empresarios,
de los que ordenan y crean insomnio a tantos.
Blanco como la blusa Armani
que come del sudor y la espalda doblaba de mis padres.
El insomnio es blanco,
blanco como la luna, como la nevera vacía,
como el arroz hervido de los pobres.
Blanco como las sábanas blancas en las que lloras
porque no encuentras salida.
El insomnio es blanco,
blanco sucio como el patio de la cárcel.
Blanco como las batas y las correas del psiquiátrico.
El insomnio es blanco.
Blanco. Blanco. Blanco.
Blanco como las pastillas
que muchos toman cada noche
para engañar a ese insomnio tan blanco.
Blanco. Blanco.
El insomnio es blanco.

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Me grito dentro

Estoy cansada
de pertenecer a las cosas,
las cosas han dejado de pertenecerme
y son esas cosas las que han
acabado haciéndome suya,
me observo
ambicionando lo que no necesito,
por mera imitación
de lo que otros necesitan,
entonces me grito dentro,
me grito dentro de mi cabeza pelirroja:
¡Todo es más fácil!
No necesitas ni el elogio,
ni que te miren,
ni verte rodeada de certeza,
no necesitas ser de las primeras,
ni conocerte del todo,
ni ser la más amada,
ni dos hileras de zapatos,
no necesitas ser lo que se tiene que ser,
no quieres ser lo que se tiene que ser.
¡Todo esto
me grito
dentro de mi cabeza pelirroja!
Y justo después, sólo un rato,
me siento más tranquila, más niña,
más libre, más piedra que persona,
más objeto que ser vivo,
y esa sensación de ser una cosa,
de ser papel o cartón o dibujo,
o una hoja o la ventana que no abro,
me deja minutos de tregua,
porque son más libres las cosas
que las personas,
libres de no ser más que esa misma cosa
y no tener que demostrar nada a nadie
más que su ser mismo.
Minutos de tregua
ante el dolor agudo de ver que yo
no escojo mi vida,
sino los otros más que yo misma.
El dolor agudo y el miedo grande
de llegar
a sitios, gentes, o verdades,
que realmente ni escoger he podido
o tal vez ni tan siquiera necesito.
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Nosotras, las del Mundo Raro


Chabela, duérmete aquí a mi lado, déjame que te acune…
Déjame que te diga al oído lo que tú dices….
Que…
 vinimos nosotras, tantas, de un mundo raro
Chabela…
 Y es preciso decir tantas mentiras…
Y si quieren saber de nuestro pasado es preciso decir otra mentira…
Diremos riendo
 que venimos de allí,
las dos, de un mundo raro…
Que no sabemos de amor, 
Chabela,
 no conocimos dolor,
y que nunca, nunca, nunca
hemos llorado.

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