30/9/13

Riechmann_de Poemas Lisiados

«Si finalmente
en la configuración de sedimentos las catástrofes de ayer
han dejado huesecillos esquirlas y raíces que quepa disponer
formando algo parecido a un rostro humano
lo llamaremos en primera instancia
poema
y de antemano
lo sabremos lisiado»

Jorge Riechmann









96 páginas, formato 105 x 150 mm, encuadernación rústica cosida
PVP: 5,00 euros (IVA incluido)
Pedir en http://www.laovejaroja.es/principal.htm

Estos Poemas lisiados reúnen poemas inéditos de Jorge Riechmann escritos entre 2009 y 2011 en torno a sus grandes temas: el amor, la ecología, la conciencia social... La obra ha sido maquetada sobre la base de un cuadernillo adquirido por el autor en la extinta RDA y compuesta con numerosas partes manuscritas por el propio poeta.

17/9/13

J.M.de la Pezuela. Poeta visual y mucho más

J.M. de la Pezuela, poeta y artista plástico, ha publicado (entre otros) "Soy materia y permanezco: Ciclo del agua" (carpeta con siete grabados de Jordi Trapero BCN 1985), "Cancionero" versión castellana de Feliu Formosa, "El tiempo imaginario" 1985, Misa Panteísta 1989, El robot anarquista 1991, La gran contradicción 1993, Las instituciones y Misa Panteísta, cassette de 2x30' BCN 1993.
Ademas de en revistas y prensa sus poemas y reproducciones han sido publicados en numerosas antologías en España, Portugal, Francia, Italia, Alemania, Yugoslavia, Israel y México.
Ha realizado exposiciones en Terrassa, Vic, Barcelona, Sitges y Sant Cugat y ha participado con poemas visuales, poemas experimentales, poemas objeto, libros de artistas, mail art, fotomontajes y collages en más de doscientas expos colectivas en diversos países. 
En esta entrada he elegido varios poemas de su libro HIGIENE INTIMA, El Bardo col.de poesía 1994, --según J.M.Pezuela-- dicho libro está constituido por una serie de movimientos hacia la libertad y la razón durante los cuales el poeta ('cazador de mundo') descubre algunos aspectos poco conocidos de la condición humana.
J.M. de la Pezuela ha sido también un comprometido, luchador y activista cultural.

                    
ETA  (vista l)
                          
                                                                   ETA   (vista frontal)

                                                         
Carnet de identidad

   
el robot Anarquista 

15/9/13

URSONATE de Kurt Schwitters en BCN, agosto 2013_video

Fragmento del primer movimiento de la Ursonate de Kurt Schwitters a cargo de Pia Sommer y Pere Sousa
recitado en I BUTACA POETICA, evento realiado en Nau Ivanov, BCN el pasado agosto.


Pere Sousa, n.1955 en Pont de Suert (lleidfa) es rapsoda y uno de los más importantes poetas fonéticos de nuestro país, es la re-encarnación de Duchamp, y un incansable divulgador de Kurt Schwitters visitar su bitácora sin desperdicio: http://annablumefanclub.blogspot.com.es/
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Pia Sommer, chilena, poeta fonética, artista multidisciplinar, realiza acciones, poesia visual, landart, performances y mucho más. ver más info:  http://piasommer.cl/uno.php?mod=registro&pagina=1&year=2013&pos=3

14/9/13

Daniela Camacho

Recital y presentación de su libro IMPERIA en librería Bartleby, c/ Cadiz 50 (Ruzafa) Valencia.

"Se baja del temblor como de los deslumbramientos, 
con el mismo fulgor..."
Estas son las primeras líneas de la dedicatoria que gentilmente me dedicó en la primera pagina de su poemario Imperia, muy bien definido por la cita que abre el libro...
"Las cosas van al encuentro de la catástrofe,
esa tela de la que nacen la enfermedad y el lenguaje."
Maria Negroni

En la  librería Bartleby, disfrutamos del rayo y el soplo de poesía de una ingeniera industrial a la vez licenciada en literatura y lenguas hispánicas que tuvo la gentileza de visitarnos. Gracias.
No conocía a Daniela ni su poesía, acudí por recomendación de Luci Romero (el alma de la librería) y Viktor Gómez que la otra tarde desde Primado animó a asistir a la presentación de su libro y compartir un rato de su estancia en Valencia (ella originaria de Mexico, ha vivido 4 años en Tokio y fue alcanzada por el terremoto y posterior tsunami  del 2011, simultáneamente con una enfermedad grave han conformado este intenso,  personal, (íntimo) y expresionista poemario. Con un exquisito uso del lenguaje expresa sus vivencias, las encrucijadas de la vida y las sensaciones que le proporciona este mundo tan diverso, rico, cruel y maravilloso como el que vivimos.
Ayer tarde unos pocos disfrutamos (por el azar de los viajes y las redes sociales) y pudimos escuchar la cálida voz de Daniela en una selección de poemas de su libro,   posteriormente respondió a nuestras curiosidades.
La lectura estuvo acompañada de vídeo y música (TAN FRÍO EL VERANO) de unos amigos suyos venezolanos.
Daniela reside ahora en Lausana (Suiza) y estará este fin de semana en Sevilla.
su blog http://habitaciondelaheroina.wordpress.com









Primer poema de su libro IMPERIA

                                                        (a)

La enfermedad comienza aquí. Aquí termina el cuerpo,
la simetría la belleza de tu rostro. El día casi. El éxtasis el
trance que está por comenzar es invisible. De ahora en
adelante, si piensas en la muerte, no será por ahogamiento
ni electrocución ni por incendio. No habrá espacio entre tu
máscara y tu piel para anudar la soga, temerás a los cuchillos 
y al veneno y las alturas. De ahora en adelante, acopiarás
tumores

como una alucinada.

                                         PEQUEÑA CAJA DE CRISTAL DONDE SE EXHIBE:

  bala mágica o sexual
pequeña joya
pequeño monstruo

(Soy un pensamiento vertical. Una caída.
La palidez me separa del mundo .
Mi fábula de moribunda tendrá fin
antes de que el extranjero pronuncie mi nombre.)

13/9/13

La Muga Caula 9ª edición

Entre otros:
Pere Sousa, Alvaro Pichó, Nel Amaro, Paolo Colleoni, Yolanda Perez, Nieves Correa y en cuerpo y alma Joan Casellas.

Su programa en PDF aquí


Los evocadores .......

La MUGA CAULA para financiarse emite su propio dinero........


12/9/13

Ocho segundos de Nicanor Parra

ELECTROCUCIÓNParra escribe como si al día siguiente fuera a ser electrocutado (Roberto Bolaño).

Ocho segundos de Nicanor Parra 

por Roberto Bolaño 
(Prólogo del catálogo de la exposición de Parra que se inaugura hoy en Madrid).2001

..... Sólo estoy seguro de una cosa con respecto a la poesía de Nicanor Parra en este nuevo siglo: pervivirá. Esto, por supuesto, significa muy poco y Parra es el primero en saberlo. No obstante, pervivirá, junto con la poesía de Borges, de Vallejo, de Cernuda y algunos otros. Pero esto, es necesario decirlo, no importa demasiado.
..... La apuesta de Parra, la sonda que proyecta Parra hacia el futuro, es demasiado compleja para ser tratada aquí. También: es demasiado oscura. Posee la oscuridad del movimiento. El actor que habla o que gesticula, sin embargo, es perfectamente visible. Sus atributos, sus ropajes, los símbolos que lo acompañan como tumores son corrientes: es el poeta que duerme sentado en una silla, el galán que se pierde en un cementerio, el conferenciante que se mesa los cabellos hasta arrancárselos, el valiente que se atreve a orinar de rodillas, el eremita que ve pasar los años, el estadístico atribulado. No estaría de más que para leer a Parra uno contestara la pregunta que se hace y nos hace Wittgenstein: "¿Esta mano es una mano o no es una mano?". (La pregunta debe uno hacérsela mirando su propia mano).
..... Me pregunto quién escribirá ese libro que Parra tenía pensado y que nunca escribió: una historia de la segunda guerra mundial contada o cantada batalla tras batalla, campo de concentración tras campo de concentración, exhaustivamente, un poema que de alguna forma se convertía en el reverso instantáneo del "Canto general" de Neruda y del que Parra sólo conserva un texto, el "Manifiesto", en donde expone su ideario poético, un ideario que el mismo Parra ha ignorado cuantas veces ha creído necesario, entre otras cosas porque para eso, precisamente, están los idearios: para dar una vaga idea del territorio inexplorado en el que se internan, y no muy a menudo, los escritores verdaderos, pero que a la hora de los riesgos y peligros concretos sirve de muy poco.
..... El que sea valiente que siga a Parra. Sólo los jóvenes son valientes, sólo los jóvenes tienen el espíritu puro entre los puros. Pero Parra no escribe una poesía juvenil. Parra no escribe sobre la pureza. Sobre el dolor y la soledad sí que escribe; sobre los desafíos inútiles y necesarios; sobre las palabras condenadas a disgregarse así como también la tribu está condenada a disgregarse. Parra escribe como si al día siguiente fuera a ser electrocutado. El poeta mexicano Mario Santiago, hasta donde sé, fue el único que hizo una lectura lúcida de su obra. Los demás sólo hemos visto un meteorito oscuro. Primer requisito de una obra maestra: pasar inadvertida.
..... Hay momentos en la travesía de un poeta en la que a éste no le queda más remedio que improvisar. Aunque el poeta sea capaz de recitar de memoria a Gonzalo de Berceo o conozca como nadie los heptasílabos y endecasílabos de Garcilaso, hay momentos en que lo único que puede hacer es arrojarse al abismo o enfrentarse desnudo ante un clan de chilenos aparentemente educados. Por supuesto, hay que saber atenerse a las consecuencias. Primer requisito de una obra maestra: pasar inadvertida.
..... Un apunte político: Parra ha conseguido sobrevivir. No es gran cosa, pero algo es. No han podido con él ni la izquierda chilena de convicciones profundamente derechistas ni la derecha chilena neonazi y ahora desmemoriada. No han podido con él la izquierda latinoamericana neostalinista ni la derecha latinoamericana ahora globalizada y hasta hace poco cómplice silenciosa de la represión y el genocidio. No han podido con él ni los mediocres profesores latinoamericanos que pululan por los campus de las universidades norteamericanas ni los zombis que pasean por la aldea de Santiago. Ni siquiera los seguidores de Parra han podido con Parra. Es más, yo diría, llevado seguramente por el entusiasmo, que no sólo Parra, sino también sus hermanos, con Violeta a la cabeza, y sus rabelesianos padres, han llevado a la práctica una de las máximas ambiciones de la poesía de todos los tiempos: joderle la paciencia al público.
..... Versos tomados al azar. Es un error creer que las estrellas puedan servir para curar el cáncer, dijo Parra. Tiene más razón que un santo. A propósito de escopeta, les recuerdo que el alma es inmortal, dijo Parra. Tiene más razón que un santo. Y así podríamos seguir hasta que no quedara nadie. Les recuerdo, de todas maneras, que Parra también es escultor. O artista visual. Estas puntualizaciones son perfectamente inútiles. Parra también es crítico literario. Una vez resumió en tres versos toda la historia de la literatura chilena. Son estos: "Los cuatro grandes poetas de Chile/ Son tres/ Alonso de Ercilla y Rubén Darío".
..... La poesía de las primeras décadas del siglo XXI será una poesía híbrida, como ya lo está siendo la narrativa. Posiblemente nos encaminamos, con una lentitud espantosa, hacia nuevos temblores formales. En ese futuro incierto nuestros hijos contemplarán el encuentro sobre una mesa de operaciones del poeta que duerme en una silla con el pájaro negro del desierto, aquel que se alimenta de los parásitos de los camellos. En cierta ocasión, en los últimos años de su vida, Breton habló de la necesidad de que el surrealismo pasara a la clandestinidad, se sumergiera en las cloacas de las ciudades y de las bibliotecas. Luego no volvió a tocar nunca más el tema. No importa quien lo dijo: La hora de sentar cabeza no llegará jamás.
en Las Ultimas Noticias
Miércoles 25 de abril de 2001

7/9/13

Inédito de Pedro Montealegre

(poeta chileno residente en Manises)


2

La vanidad y su pequeño hilo de aceite. Creo que invento cosas, hincho el pecho y me sale un gorrión aleteando de los testículos, una flema transparente parecida a una medusa. No es extravagancia. Es simplemente mirar. Cuando deserto y me harto de
paracetamol o antibióticos me imagino que son gajos de una mandarina, creo que invento cosas nuevas, viene un libro reptando, se ríe de mí, me quedo con el epigastrio y el esternón a dos manos. El problema es el mal. Creo que invento. El error se tuerce en las uñas mientras escribo. No me traiciono al decir mesa a mesa, silla a silla, hombre enfermo a hombre. Ojalá hubiera nieve. Pero seca. Hielo de aislapol como si alguien moliera los dientes de un caballo. Tengo la imaginación por los suelos. Escribo como todo el mundo. No hay trabajo. No es el escapismo de Houdini. Creo que invento cosas pero la muerte husmea. Afuera de mi cueva hay aire puro. No me gusta la atadura, ni la pronunciación de ese negro. Es mentira, afuera la cola de desahuciados camina hacia el final. Escribo como todos. No hay trabajo. Un índice en mi pecho traza una cruz con pomada de mentol.

( inédito)
por cortesía de Viktor Gómez

4/9/13

Ana Alvarez-Errecalde. Tallas


“TALLAS” es una instalación de una tienda ficticia dónde se exponen unos cincuenta trajes/cuerpos de mujeres de edades, razas y tallas diferentes. Es común ver publicidades dónde las mujeres se cosifican, se presentan como objetos a adquirir o como accesorios que confieren determinado estatus . Esta exposición surge de la necesidad de dar una imagen sincera que confronte tanta publicidad que exhibe millones de imágenes distintas de una sola mujer, la perfecta.“TALLAS” parte de fotografías no retocadas que permiten ver arrugas, cicatrices, pelos, bellas "imperfecciones" de los cuerpos que crecen, aman, sufren, viven.
"TALLAS" nos invita a ponernos en la piel del otro a indagar en lo que nos impide mostrarnos como somos e ironiza en el valor que tenemos como individuos una vez que todo, específicamente nuestra propia naturaleza, se agrega a los haberes del mercado.“TALLAS” incita a la reflexión sobre el trato que se le da en nuestra sociedad al cuerpo "femenino". Indaga en el resultado de la cosificación. Permite la visualización de las “marcas” no comerciales sino reales, las cuales permanecen como tabú en las estandarizaciones de belleza. A través del arte se cuestiona el valor de la vida en función de parámetros tan arbitrarios como son nuestro lugar de origen y las apariencias.

Ana Alvarez-Errecalde: más info en su pagina web aqui

2/9/13

Irse. Antonio Orihuela

narración primera

elementos de producción crítica


 Nunca termino de irme aunque cada vez me parece todo más ajeno, más chico y limitado en lo esencial mientras el pueblo continúa desperezándose como un gigante que hubiera dormido cien años y ahora despertara destrozando unas ropas que se le han quedado pequeñas.

Yo fui el primero de la familia que empezó a irse, y digo empezó porque todos, pasados y presentes, terminábamos volviendo. Volvió Antonio de Orihuela “el camellero”, mote que trajo de Arequipa, de donde aún no termino de explicarme cómo llegó cargado con un barco de llamas que soltó en el Coto de Doñana con la esperanza de poder venderlas no sé si como animales de tiro o como bestias exóticas y que se le fueron muriendo entre las fiebres de la marisma y un calor al que su naturaleza no debía estar del todo acostumbrada. Volvieron las fotos de los tíos en Santa Clara, cuando la guerra de Cuba, con una carta en la que el inventor de los campos de concentración agradecía a la familia los servicios prestados a la patria y la sangre derramada de sus hijos más queridos, los mimos que veinte años más tarde volvían a un nuevo matadero, esta vez en Marruecos, porque, como dijo su majestad borbónica, la carne de gallina sale barata.
También volvió el tío Antonio “Zaragoza”, que tocaba jotas con la nariz por un vaso de vino en las tabernas, y los abuelos, cabizbajos y sombríos para siempre, tras haber enterrado las ilusiones de varias generaciones en la batalla del Ebro… Cómo era la guerra, solía preguntarles de niño. No sé, hijo, yo solo disparaba sin apuntar ni nada, era la único que tenías que hacer si no querías que algún alférez dudara de tu patriotismo y te metiera un tiro por la espalda. Disparar y disparar hasta que te decían que pararas, no había más. También volvieron mis padres desde una playa cerca de Cullera y hasta había gente en el pueblo que, cuando tenía que salir de él, prefería hacerlo en taxi, aunque tuviera coche propio, por si no encontraban nunca más el camino de regreso solos.
Mucha gente emigró en los años sesenta buscando un futuro que se pareciera a lo que decían por la radio y se veía en el cine que era el futuro, pero el gigante dormido tuvo la suerte o la desgracia que decidieron traerle casi a su mismo sueño el sueño de los que escapaban hacia el norte buscando la prosperidad, y el gigante empezó a despertarse al ruido de las fábricas y la gente dejaba tirado el arado en el campo porque ese era, precisamente, lo que se veía en el cine que había que hacer para alcanzar el bienestar porque, la libertad, eso, era harina de otro costal. Así, cuando yo era niño, encontré un campo aún medio aletargado, un espacio que se contraponía al pueblo con claridad, con silencio, con un abandono que desapareció hace mucho, cuando el gigante olió el perfume de las fresas que entonces eran pequeñitas y silvestres y apenas si otro sueño como el que le contaban a los niños pobres de la posguerra cuando les decían que en Huelva había plátanos en el mercado, aunque nunca hubieran visto uno, aunque se ignorase a qué sabían los plátanos.
El campo era un sitio donde los niños proyectábamos largas excursiones en bicicletas por caminos solitarios y polvorientos donde apenas había ocasión para cruzarse con algún campesino de vuelta de las labores del campo, envuelto en su pañuelo mozárabe y cabeceando un cante de trilla tan monótono como el mismo paisaje amarillo y arrasado que nos circundaba y encajaba en los linderos de las veredas. Era fácil perderse en aquel laberinto de sendas y pinares abandonados. Había veces que lo conseguíamos, nos poníamos entonces nerviosos y buscábamos el aire de la marisma para orientarnos, el sol de poniente que debía proyectar la sombra de las bicicletas hacia el este para saber que, por alguna extraña puerta, terminaríamos subiendo alguna colina desde la que ya se divisaba el pueblo. No existía nada más. El único motivo que tenía la gente para ir a Huelva en el autobús que rodea aún hoy la desembocadura del Tinto, aunque ya sólo viajen en él magrebíes, rumanos y polacas, era el médico. A Huelva se iba de males o cuando se aproximaban los días de la Virgen, en septiembre, para comprar ropa que estrenar en el día grande. No existía nada más. No existía España, país que, cabezonamente, después, en la escuela, nos obligaron a reconocer y ubicar con todo lujo de detalles, montañas, ríos y bosques que por mucho que se empeñaran los maestros, no podían ser entonces si no repeticiones de papel de nuestro río rojo, nuestro Molino de Viento o nuestra Cañada del Peral. Desde aquella mole de barriza y eucaliptos se veía todo lo que para nosotros tenía sentido, desde allí, a veces, bajamos a toda velocidad asustados por el mundo o por Manolito el tonto y entrábamos al pueblo por la Friseta recién asfaltada y mutilada para siempre de sus aceras de cuarcitas y pizarras que, a grandes lajas transversales y arcos de medio punto de ladrillo rojo, hacían de puente entre la calle y las casas.

A mí, en la pobreza de entonces, me parecía hermosísimo mi pueblo. La disposición de sus calles y la arquitectura popular, de casas bajas, permitían vastas perspectivas radiales que terminaban siempre chocando contra la iglesia del pueblo que, aunque desplazada del centro geométrico, sugestionaba con esta idea en su majestuosidad. Más allá, el blancor de las fachadas conectaba directamente con el amarillo de las eras, las huertas salpicadas de verde y la honda profundidad de los pinares del fondo.

Ya por entonces el aire dejó de ser el que, años después, encontraría en los libros de Juan Ramón, otro aventurero infantil solo que en burro, casi por los mismos sitios que yo tan bien conocía. Huelva terminó por no quedar lejana y rosa. Las fábricas se multiplicaban y casi podíamos tocarlas con la punta de los dedos desde el embarcadero de Santa. Empezaron también los problemas pulmonares, la caída repentina del cabello, niños que desarrollaban extraños tumores, se extendió el bocio, cánceres hasta entonces desconocidos en la zona y un largo etcétera de enfermedades que las instituciones políticas ocultaban y la propaganda oficial liquidaba ante las expectativas industriales de la zona y los puestos de trabajo que, a miles, se iban creando. Como un mal menor, o tal vez como el precio que a la entrada en la modernidad debíamos pagar, todos hicimos un poco de cómplices para que el daño ecológico y medio ambiental pudiera ser minimizado en comparación con las indudables ventajas materiales que la contaminación estaba trayendo a los salones, los mueblesbares y las neveras de las casas de los, hasta ayer, oscuros campesinos de mi pueblo. Tal vez lo terrible de esto es que aún, incluso cuando ya sólo su rastro de muerte lenta sigue impregnando la vida, el viejo gigante despierto para tantas cosas sigue siendo igual de condescendiente con las fábricas y con la impunidad de sus humos venenosos. Quizás porque ahora los gases mefíticos estén más repartidos, quizás porque los que durante treinta años los sufrieron ya hayan desaparecido o estén a punto de hacerlo en estos mismos momentos, quizás porque el pueblo se haya renovado tanto que apenas quede ninguno de aquellos nombres míticos con que adorné mi niñez y que eran, para mí, referencias mucho más precisas que los confusos nombres con que habían rebautizado todas las calles tras la guerra, aunque la gente los ignorara hasta el punto de que, muchas veces, llegaban forasteros que nos preguntaban por una calle que ignorábamos donde estaba o si de verdad existía y luego resultaba ser la misma en la que estábamos.

Ha debido venir mucha gente desde entonces a vivir aquí porque ahora, lo extraño, es que alguien recuerde alguno de aquellos nombre mágicos que eran algo más que nombres, que nombraban la topografía, la especialización artesanal, el lugar por donde amanecía o por donde se iba uno a encontrar con una fuente. Buenavista, Escribanos, Aceña, El Pozo del Consejo, que a mí se me hacía de un tiempo en el que los campesinos y los marineros, la gente libre, se reunía en Asamblea a decidir cosas en común sobre su pueblo, un tiempo que desde luego no era el mío, que tampoco lo fue luego y que tal vez solo sea del tiempo donde madura la materia de los sueños. Si alguien había muerto en mi pueblo luchando por ellos desde luego nadie estaba para recordarlo, más bien, al contrario, en aquellos últimos coletazos del nacional catolicismo que a mí me tocó vivir, lo fácil era retener las caras de quienes contribuían gozosos a perpetuar la pesadilla retrógrada y feudal que, desgraciadamente, el gigante despierto pero analfabeto hasta las asas, solo fue capaz de reproducir y continuar como si incapaz de contestar a la pesadilla, hubiera decidido entrar en ella solo que, ahora, formando parte del cortejo de los monstruos.

Muchas veces pienso que de aquel pueblo apenas me queda el sabor de los helados de Salvador, el vino de naranja de Cosme Sáenz y los pastelitos que continúa haciendo mi tío Juan. Pero también es cierto que en él llené mi infancia y primera juventud, más allá de con sus visiones, con otras que acaso fueran más mías, los libros de la biblioteca que Pepe anotaba primorosamente y guardaba en una cajita hasta que yo aparecía de nuevo para renovar el préstamo, los tebeos de la imprenta de Salvador Borrero, el cine de los domingos de invierno, tras el baño y la aburrida misa de doce de donde los chiquillos salíamos escopetados hacia la Plaza del Marqués en busca de la mejor butaca en la que fascinarnos con las historias de los tres supermanes, Tarzán o algún forajido del oeste. Unas partidas de futbolín después y vuelta a la monotonía de toda la semana, solo rota por las largas vacaciones del verano y el tiempo entonces aún más inmenso con el que uno volvía a no saber bien qué hacer.

Daniel me habla de volver cuando estamos allí, pero, a mí, me parece que, en realidad, nunca nos hemos ido, aunque tampoco podamos ya volver a casa. Se lo comentó una noche de diciembre a Luis Felipe Comendador, el escritor y editor salmantino.
Mientras paseábamos, nos hizo detener frente a ese engendro que levantaron en la calle Andalucía y rememorando a Juan Ramón le miró y le dijo: Mira, Platero, en esta casa grande nací yo. Es extraño, la única casa que tengo, a medias con el banco, está en Mérida, y es también la que menos siento como mía. Mis casas son, en realidad, la casa de mis padres y la casa de mi abuela Trinidad, donde nací y donde me gusta contar a la gente que debo ser de los pocos que aún duermen en la misma habitación que le vio nacer, cuando vuelvo.