23/3/11

Berta García Faet. Codex de Poetas


Berta García Faet (Valencia, 1988)

DESEO.


Y mujeres que sólo se alimentan de pétalos de rosa
OLIVERIO GIRONDO

and the lovers
pass by, pass by
SYLVIA PLATH

Padres, hermanos, amigos, profesores:
soy un ser de deseo.
No basta con contextualizarme
–yo en el salón, en la bañera, en el cine, en el despacho:
ocupada en las tareas que desubican el deseo–
para lograr acallar este hecho sin espacio:
que, especialmente,
soy un ser de deseo.
En el reino de la astenia y sus panfletos,
en este el milenio de la saturación y los cuerpos
bellísimos encerrados en patéticos frasquitos de fobias,
sin tocarse,
yo soy un ser de deseo: bocas entreabiertas, corazón-voluta.
En el mundo de los helados estanques
de unidades inconmensurables y aisladas del contacto
(cuerpos bellísimos perdidos-agarrados a maderas,
miedosos de rozar un tobillo, por si al final se enamoran),
os tan-solemne-y-tierna-y-felizmente anuncio
una pulpa de deseo: no puedo salir de Shostakovitch
y me alimento de trompetas y de amores de la infancia
que me encuentro en el metro y de señores-frutas.
Soy un ser de deseo:
1. Sé lo que es una revuelta de hormigas rojas africanas
por entre las piernas.
2. Sé lo que es llegar a morderse los labios.
3. Sé lo que es decirle, por ejemplo
oh sí qué interesante y qué pasó después, dime
mientras pienso
oh Dios lo que te haría
oh Dios oh Dios en cuanto te descuides
te planto un beso que te mueres de colores;
y,
luego,
impondré mi disciplina –y una cierta dulzura–
en tu cuarto ex-templo-de-ver-castamente-películas;
y,
luego,
montaré una fiesta con todos los que un día fueron míos,
y os haréis buenos amigos, y volveremos todos
a un cierto París básicamente de cuellos.
Porque,
sobre todo,
soy un ser de deseo;
y si me muevo por el mundo
es para que engorde, que engorde, que engorde
a mis expensas.
Constantemente paso hambre.
Soy un ser de deseo, caminamos juntos
por mi diagonal de cosas;
algún prodigio, alguna ventana.
Y sólo cuando mi deseo se ha convertido en una inmensa bola
o en un pichón o conejo obeso y planetario,
lleno de estrías por seguir creciendo
hasta llegar al límite abismal de su volumen posible,
sólo entonces,
cuando su tamaño ya nos resulta plenamente asqueroso,
socialmente nocivo, sentimentalmente molesto,
lo mato
y me lo como.
(Fresa y herida, 2010)

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