9/1/11

Javier Krahe


Nacido en Madrid el 30 de marzo de 1944,​ estudió en el Colegio del Pilar. Inició estudios de Ciencias empresariales, pero los dejó para dedicarse al cine como ayudante de dirección.
Después de hacer el servicio militar, conoce al amor de su vida en París, la canadiense Annick, con la que parte a Canadá, donde empieza su carrera como letrista, inspirado por el ejemplo de Georges Brassens y Leonard Cohen. Su hermano Jorge se ocupa de musicar los textos. Compone algunas canciones que interpreta, entre otros, Rosa León.

Ya en España, Chicho Sánchez Ferlosio le anima a actuar en locales como La Aurora, donde conoce a Joaquín Sabina y Alberto Pérez. Como trío graban el disco La mandrágora (1981), que toma su nombre de uno de los locales donde solían actuar en esos días. También actúa en TVE en el programa Si yo fuera presidente.


L’Orage (La Tormenta) de  George Brassens

Habladme de la lluvia y no del buen tiempo,

el buen tiempo me disgusta y me hace rechinar los dientes,
el azul del cielo me pone furioso
pues el amor más grande que he tenido aquí en la tierra
se lo debo al mal tiempo, se lo debo a Júpiter,
me cayó de un cielo tormentoso.

Una noche de noviembre, a caballo sobre los tejados,
un señor trueno, con un ruido de mil demonios,
encendía sus fuegos de artificio,
saltando de su cama en camisón
mi vecina enloquecida vino a llamar a mi puerta
solicitando mis buenos quehaceres
“Estoy sola y tengo miedo, ábrame, por favor,
mi esposo acaba de irse a realizar su dura tarea,

pobre mercenario desafortunado,
obligado a dormir fuera cuando hace mal tiempo
por la simple razón de que es representante

de una casa de pararrayos”
Bendiciendo el nombre de Benjamín Franklin
la puse en sitio seguro entre mis brazos cariñosos,
y luego el amor hizo el resto.
Tú, que siembras pararrayos por doquier,
¿qué no has puesto uno en tu propia casa?
Error no lo hay más funesto.
Cuando Júpiter fue a hacerse oír en otra parte,
la guapa, habiendo por fin conjurado su temor
y habiendo recobrado todo su coraje

volvió a su casa para secar a su marido
dándome cita para los días de intemperie,
cita en la próxima tormenta.


A partir de ese día ya no he bajado la mirada,
he consagrado mis días a contemplar los cielos,

a mirar pasar las nubes,
a acechar los estratos, a vigilar los nimbos,
a rogarle a los menores cúmulos,

pero ella no ha vuelto.
Su buen marido había hecho tantos negocios,
vendido tantas puntitas de hierro aquella noche

que se convirtió en millonario
y se la llevó hacía cielos siempre azules,

hacia países tontos donde nunca llueve

donde no se sabe nada de los truenos.
Dios quiera que mi queja vaya, corriendo corriendo,
a hablarle de la lluvia, a hablarle del mal tiempo
en el que estuvimos juntos
a contarle que cierto rayo asesino

en el centro de mi corazón ha dejado el dibujo
de una florecilla que se le parece. 



Cantada en ‘La Mandragora’ con Alberto Pérez y Javier Krahe

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