17/5/08

La cajera generosa_Matias Escalera_fragmento


“… La tasa de suicidios más baja de Europa –inferior al 10 por 100.000 habitantes– pertenece al arco
mediterráneo…” Leyó en la parte del titular que sobresalía por entre el hueco del cajón y la banqueta de
la supervisora; y, sin que ni la clienta ni la supervisora lo notasen, cambió ligeramente el ángulo de su
visón, y continuó leyendo; “…excepto Francia, que está a la altura de Finlandia, Austria y Bélgica, aunque
sin llegar a la cota de los países bálticos, los más tocados por el estigma de la propia voluntaria
aniquilación…”
Debe ser duro haber tenido al alcance la felicidad completa y perderla por un sueño que al final es una
pesadilla: pensó. Es lo que deben pensar también los trabajadores y los técnicos de Renault y de
Peugot/Citroën que optan por suicidarse; o los de las compañías japonesas; o los campesinos de la India,
agobiados por el deshonor de sus deudas impagadas. Hay cosas, aunque cueste creerlo, que el dinero no
puede comprar: se dijo, para sus adentros; mientras la supervisora vigilaba atentamente sus movimientos,
y contaba y recontaba la calderilla que las clientas más ancianas le daban y las vueltas que ella les
devolvía.
“… Un estudio de la Universidad de California ha
analizado recientemente por qué el dinero no logra,
a menudo, hacernos felices…” Continuó leyendo,
mientras la siguiente clienta se buscaba la calderilla
en el fondo raído del bolsillo.
¿Qué cantidad logrará comprarla? Se preguntó,
mientras observaba como a través de las lentes de un
prismático puesto del revés, descargar las mercancías
sobre el tapete negro de la cinta transportadora…
“Se necesitan unos doce mil euros –al menos– para
sentirnos felices…” Leyó. Lo que sucede es que uno
se acostumbra pronto a lo bueno, y no damos importancia
a lo que tenemos; que, si lo pensamos un poco,
antes de tenerlo no lo teníamos.

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